Era un
caluroso día del verano de 1975, y todos estábamos sentados en
el Campo de Maniobras con uniforme de cuartel blanco para
practicar nuevas barras, nos encontrábamos muy cerca del
gimnasio mirando hacia la casa de botes, la Cripta aún no
existía y nuestro recordado Edificio Grau ya había desaparecido
por completo.
De
pronto el más antiguo grito: ¡Silencio!
Al
frente nuestro aparecieron el Director, El Subdirector, el Jefe
de Estudios, el Jefe de Disciplina y el Oficial de Guardia, que
venía desde el gimnasio pasando una inspección por la Escuela.
¡Continué Cadete!,
ordenó el Director.
Sin
embargo todos continuamos callados y mirando atentos su paso.
En ese
momento uno de nosotros, que estaba sentado hacia la izquierda,
salto ágilmente, corrió casi hasta el centro y grito:
Para que esto se ponga bueno,… ¡UNA
BOMBITA POR LA ESCUELA NAVAL DEL PERÚ!,...
y tiró su gorra hacia el cielo.
La
gorra subió, subió y subió, y después bajo, bajo y por último
cayo, pero no se escuchó ningún ruido, ningún silbido, y mucho
menos el clásico ¡BOOM!.
La
escena quedó congelada en el tiempo, si duró un segundo o una
eternidad, no sé, pero después todos, reíamos, algunos ya no
estábamos sentados sino más bien echados sobre el césped riendo,
mientras el Director y sus acompañantes se alejaban,… también
riendo.